Los años ochenta me hicieron el que soy: un desastre.
Un niño que escribe, lee y estudia
porque vio morir a un poeta (era poeta)
en su propia calle.
Porque entonces la calle existía.
Pisarla no era en balde.
Y se ponía el Sol y la luna era Luna
y toda era tangible.
Todo era alcanzable.
Y los niños éramos niños.
Y el mundo el barco ebrio de Rimbaud
en el entresuelo de mis padres.
Daniel Izquierdo Clavero teclea sentidos, sensaciones, sentimientos, sensibilidades con todas las eses posibles. Su poesía no es un sueño de una noche inquieta; es la misma noche que levanta acta de un día más.